La sala es un verdadero desastre. Hay colillas de cigarro, rastros de marihuana y olor a sexo por todo el lugar.
Sigo tumbada en el sofá, desnuda y despeinada. Son relámpagos las imágenes de tus ojos en los míos. Intento no jadear.
Las medias negras terminaron rotas y al otro lado de la habitación. Dejo que se rocen mis piernas ya descubiertas, que brillen esta noche.
Suben tus manos y mi piel responde, estoy aquí para complacerte.
Mi risa es un reflejo, un eco que te hace parar.
¿Cuántas has poseído, cuántas realmente tuyas?Desnuda estaba también el alma para recibirte, ¿Qué no lo ves? Quiero que digas mi nombre.
Juego con tus dedos, me dejo llevar. Me besas intensamente al lamento del solo de guitarra, boca a boca mi lengua seduce.
Me anclo nuevamente a tus caderas y finalmente acompasados no controlo mi cuerpo. En ese instante soy nada, soy todo lo que querías que fuera.
Acomodo mi cabeza a tu pecho, si resiste la embestida puede haber otro estallido.
La verdad sea dicha, me condené desde muy joven por los silencios que no son incómodos, las canciones que suenan al oído y por las veces que te quedaste dormido dentro de mí.