Mi primer viaje
(excuse me, ive to write it in spanish. My english is so bad...)
Est ah. Marc un antes y un despus en mi vida.
Tena 18 aos. Ya lo haba probado pero en otras circunstancias, y en otra dosis. Esta vez era algo muy distinto, fue en la playa de Somocuevas, en ambiente tranquilo, con mi prima y mi compaero de viaje habitual; sin bebida, sin ruidos, sin gente rondando. Haba odo hablar de dragones, de pitufos, de latas de cocacola que bailan... quera verlos, con mis propios ojos. No crea una palabra. Haba odo muchas chorradas al respecto y supona algo distinto a una simple "locura" transitoria.
Pero no esperaba algo as.
Comimos la mitad de lo que haba, que suele equivaler al doble de la dosis "standard" tal y como la concibe el populacho (y yo hasta entonces). Baito en la playa (era septiembre) y preparamos la hoguera. Media hora despus, secndome en la orilla, y con la toalla a modo de tnica, comenz a llamarme la atencin la saturacin del color. Todo estaba coloreado en tonos casi primarios o pastel. Me record al mundo de Matt Groening, en su serie de animacin ms conocida; no me hubiera sorpendido si hubiesen aparecido en escena Homer o Lisa. Levant la vista al frente y todo adquiri una atmsfera lejana, antigua, como si hubiera aterrizado en medio de la Ilada. No era un cambio sensorial evidente, la playa era la misma pero las coordenadas espacio-temporales parecan haber cambiado. Por supuesto que era consciente de que era imaginera. Estas sensaciones las experimentamos muy habitualmente en estados "no alterados". Simplemente, era muy real.
Mir a Sergio, llevaba la tnica (la toalla) como yo. El cantbrico ahora era el viejo mediterrneo y Sergio y yo tenamos ms de dos mil aos. Zulema segua bandose en el mar. Dije: "Allende los mares..." y Sergio pareci entender lo que no haba mencionado todava. Doble estallido de carcajadas. Esto dispar la accin, Comenzaba la primera escena.
El horizonte se desvaneci suavemente, y en cuestin de un segundo volvi a aparecer un poco ms arriba, para volver a desvanecerse y emerger un poco ms abajo. Las olas mecan el horizonte, en tierra firme. Acarici el aire con mi mano, y sta fue perseguida por su eco, como una estela. Me maravill y se lo mostr a Sergio. Tambin la vea.
Di al play en el radiocasete, estaba puesta una cinta de The Cure. Nos tumbamos a ver las ltimas nubes del da, que bailaban al son de danzas caleidoscpicas. Zulema volvi, era la misma, pero rejuvenecida 10 aos en su cara y voz. Sergio, por el contrario, era un indio. Pero no cualquier indio, un gran brujo.
Comimos todo lo que nos quedaba.
En las paredes, de arenisca, se dibujaban rostros antiguos, de espritus de la naturaleza. Y en las grietas, se entrelazaban figuras aztecas cogidas de la mano en crculo, haciendo una especie de natacin sincronizada. Los troncos de la hoguera fueron serpientes, reptando sobre su propio entrelazado. Los granos de arena se disponan en formaciones geomtricas. The Cure se ralentizaban o aceleraban a su antojo. Estaba rodeado de estelas, en cada movimiento. Haba ledo, en algn libro de medicina, que se poda ver el sonido; es cierto. Aunque no me pidis que lo describa, no es como el windows media player con sus visualizaciones, es algo ms habitual. El sonido se siente, no slo se oye o se ve. Todos los sentidos son uno, y las emociones forman parte de los cinco, y los cinco, de stas. Lo curioso de esto es que todo es muy sorprendente, pero muy habitual; no es del todo nuevo. De alguna manera se est descubriendo algo que el consciente omite, y todo adquiere un simbolismo espectacular. La playa no es una playa, es LA PLAYA. El fuego EL FUEGO, el mar EL MAR. Todo adquiere una grandeza inconmensurable. Y poco a poco te vas dando cuenta de que siempre la ha tenido, y es precisamente esa capacidad de obviarlo la que nos lo oculta.
No s cmo ni cuando fue. De igual manera que el mundo haba sido griego, celta, indio y egipcio, volvi a ser de nuevo el mundo. Y cuando digo de nuevo digo DE NUEVO. Fue una verdadera resurreccin. Todo recobr su posicin original, su color habitual y su proporcin temporal razonable y equivalente. De alguna manera comprend que el universo puede adquirir infinitas formas, y todo depende del observador. El observador fui yo, y observar a menudo se confunde con prejuzgar. Esos prejuicios confieren la vida, la unicidad a lo observado, conceptualizan la sensacin para darle un nombre y unas coordenadas, y lo aslan en un microuniverso donde el observado y el observador pasan a formar parte de la misma realidad y no existe nada ms. Es la dualidad, tantas veces descrita por las religiones y filosofas ms conocidas. Es el apego por el YO y el querer aislarlo del universo, para afirmar su existencia. Es el miedo a saber que no se est existiendo.
Descubr que OBSERVANDO senta realmente, como un nio siente en la matriz de su madre, donde nada asusta ni entristece, donde el bien y el mal son slo tintes en un cristal. Y los suspiros son de felicidad y la paz es el estado natural del universo.
Y sobre todo: yo soy el universo, y no soy sin l.
Recuerdo que en todo momento compart esta experiencia, a nivel emocional, con mis dos compaeros de viaje. No haba mundos aislados, exista cierta interconexin entre nuestros mundos individuales; y cuando alcanzamos nuestra "pequea muerte", la interrelacin entre nosotros era como nunca he vuelto a tener con nadie**, ya que fuimos realmente uno. Tres puntos de vista del mismo universo, vibrando al mismo ritmo. Compartiendo la objetividad de unos ojos transparentes.
De todo esto, guardo una instantnea. Evidentemente iconificada, como todos mis recuerdos. Tiene cinco sentidos, aunque le falta la unidad, hacindola imposible de plasmar en un papel o de contarse con palabras. Est ah, y a menudo se me insina, como querindome indicar el camino a casa...
(excuse me, ive to write it in spanish. My english is so bad...)
Est ah. Marc un antes y un despus en mi vida.
Tena 18 aos. Ya lo haba probado pero en otras circunstancias, y en otra dosis. Esta vez era algo muy distinto, fue en la playa de Somocuevas, en ambiente tranquilo, con mi prima y mi compaero de viaje habitual; sin bebida, sin ruidos, sin gente rondando. Haba odo hablar de dragones, de pitufos, de latas de cocacola que bailan... quera verlos, con mis propios ojos. No crea una palabra. Haba odo muchas chorradas al respecto y supona algo distinto a una simple "locura" transitoria.
Pero no esperaba algo as.
Comimos la mitad de lo que haba, que suele equivaler al doble de la dosis "standard" tal y como la concibe el populacho (y yo hasta entonces). Baito en la playa (era septiembre) y preparamos la hoguera. Media hora despus, secndome en la orilla, y con la toalla a modo de tnica, comenz a llamarme la atencin la saturacin del color. Todo estaba coloreado en tonos casi primarios o pastel. Me record al mundo de Matt Groening, en su serie de animacin ms conocida; no me hubiera sorpendido si hubiesen aparecido en escena Homer o Lisa. Levant la vista al frente y todo adquiri una atmsfera lejana, antigua, como si hubiera aterrizado en medio de la Ilada. No era un cambio sensorial evidente, la playa era la misma pero las coordenadas espacio-temporales parecan haber cambiado. Por supuesto que era consciente de que era imaginera. Estas sensaciones las experimentamos muy habitualmente en estados "no alterados". Simplemente, era muy real.
Mir a Sergio, llevaba la tnica (la toalla) como yo. El cantbrico ahora era el viejo mediterrneo y Sergio y yo tenamos ms de dos mil aos. Zulema segua bandose en el mar. Dije: "Allende los mares..." y Sergio pareci entender lo que no haba mencionado todava. Doble estallido de carcajadas. Esto dispar la accin, Comenzaba la primera escena.
El horizonte se desvaneci suavemente, y en cuestin de un segundo volvi a aparecer un poco ms arriba, para volver a desvanecerse y emerger un poco ms abajo. Las olas mecan el horizonte, en tierra firme. Acarici el aire con mi mano, y sta fue perseguida por su eco, como una estela. Me maravill y se lo mostr a Sergio. Tambin la vea.
Di al play en el radiocasete, estaba puesta una cinta de The Cure. Nos tumbamos a ver las ltimas nubes del da, que bailaban al son de danzas caleidoscpicas. Zulema volvi, era la misma, pero rejuvenecida 10 aos en su cara y voz. Sergio, por el contrario, era un indio. Pero no cualquier indio, un gran brujo.
Comimos todo lo que nos quedaba.
En las paredes, de arenisca, se dibujaban rostros antiguos, de espritus de la naturaleza. Y en las grietas, se entrelazaban figuras aztecas cogidas de la mano en crculo, haciendo una especie de natacin sincronizada. Los troncos de la hoguera fueron serpientes, reptando sobre su propio entrelazado. Los granos de arena se disponan en formaciones geomtricas. The Cure se ralentizaban o aceleraban a su antojo. Estaba rodeado de estelas, en cada movimiento. Haba ledo, en algn libro de medicina, que se poda ver el sonido; es cierto. Aunque no me pidis que lo describa, no es como el windows media player con sus visualizaciones, es algo ms habitual. El sonido se siente, no slo se oye o se ve. Todos los sentidos son uno, y las emociones forman parte de los cinco, y los cinco, de stas. Lo curioso de esto es que todo es muy sorprendente, pero muy habitual; no es del todo nuevo. De alguna manera se est descubriendo algo que el consciente omite, y todo adquiere un simbolismo espectacular. La playa no es una playa, es LA PLAYA. El fuego EL FUEGO, el mar EL MAR. Todo adquiere una grandeza inconmensurable. Y poco a poco te vas dando cuenta de que siempre la ha tenido, y es precisamente esa capacidad de obviarlo la que nos lo oculta.
No s cmo ni cuando fue. De igual manera que el mundo haba sido griego, celta, indio y egipcio, volvi a ser de nuevo el mundo. Y cuando digo de nuevo digo DE NUEVO. Fue una verdadera resurreccin. Todo recobr su posicin original, su color habitual y su proporcin temporal razonable y equivalente. De alguna manera comprend que el universo puede adquirir infinitas formas, y todo depende del observador. El observador fui yo, y observar a menudo se confunde con prejuzgar. Esos prejuicios confieren la vida, la unicidad a lo observado, conceptualizan la sensacin para darle un nombre y unas coordenadas, y lo aslan en un microuniverso donde el observado y el observador pasan a formar parte de la misma realidad y no existe nada ms. Es la dualidad, tantas veces descrita por las religiones y filosofas ms conocidas. Es el apego por el YO y el querer aislarlo del universo, para afirmar su existencia. Es el miedo a saber que no se est existiendo.
Descubr que OBSERVANDO senta realmente, como un nio siente en la matriz de su madre, donde nada asusta ni entristece, donde el bien y el mal son slo tintes en un cristal. Y los suspiros son de felicidad y la paz es el estado natural del universo.
Y sobre todo: yo soy el universo, y no soy sin l.
Recuerdo que en todo momento compart esta experiencia, a nivel emocional, con mis dos compaeros de viaje. No haba mundos aislados, exista cierta interconexin entre nuestros mundos individuales; y cuando alcanzamos nuestra "pequea muerte", la interrelacin entre nosotros era como nunca he vuelto a tener con nadie**, ya que fuimos realmente uno. Tres puntos de vista del mismo universo, vibrando al mismo ritmo. Compartiendo la objetividad de unos ojos transparentes.
De todo esto, guardo una instantnea. Evidentemente iconificada, como todos mis recuerdos. Tiene cinco sentidos, aunque le falta la unidad, hacindola imposible de plasmar en un papel o de contarse con palabras. Est ah, y a menudo se me insina, como querindome indicar el camino a casa...
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Me gusta la primera (ltima) por los contrastes y la luz de perfilado creando volmenes.
Me gusta la serie de la chica oriental por bla bla bla bla..... y por la chica!!! Jajja Me encantan las chicas orientales.
Las fotos tienen esa textura SG y una vez ms esa tele que me mola mil!!!