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No puedo permanecer en tus ojos, y tú no puedes viajar a través de los míos, por más que sonría mi alma está llorando, y te escapas fugitiva hacia el olvido, abandonas tu palacio, te marchas, después de tanto amor, solo recoges tu abrigo, enciendes tu paraguas y te vas, con un hasta luego que es un adiós implícito, me besas en la mejilla sabiendo que no regresarás, y lloras tú también pero a la distancia, lejos de mí, para que nunca me llegue a enterar, para que tu corazón sea un eterno enigma que jamás comprenderé. Te marchas con un beso y una caricia, el viento sopla, el cielo llora, la lluvia me golpea con fiereza, pero me duele más el alma, ese profundo charco de sangre que tu partida me dejó. Hasta siempre señorita, cuídate mucho, cuídate por mí, porque desde mi cruel destierro, desde el abismo infinito , yo ya no te podré cuidar nunca más.