Love Story
l tir de la correa de su bolso. Fuerte. Un tirn seco. Violento. En medio del paso de cebra. Ella abri la boca como para gritar. Pero de su boca no sali ningn sonido.
Haca ya tiempo que la presencia del otro empezaba a ser una carga. Cuando estaban juntos siempre estaban cansados. La cama, no, -peor- el sof frente a la televisin, pareca la nica actividad para la que tenan energa. Era obvio, pero los amigos no lo haban notado.. Cuando salan juntos siempre tenan ganas de irse a casa. Ya ninguno de ellos estaba dispuesto a ir al siguiente antro. A tomar la ltima copa.
Fueron construyendo una pirmide de silencios. Una crcel de palabras no dichas y gestos no hechos. Ya sin gritos. Con una fra amabilidad de extrao, vaca como mi sonrisa cuando trabaj de cajero en un Burguer King.
As que l tir ms fuerte del bolso para hacerla cruzar. Pero Ella se resisti. Atrincherada en la rabia reseca de tantos aos, Ella tir an ms fuerte. Y ahora s que pudo gritar. Pero no le grit "Hijoputa, cabrn, devulveme quin yo era antes, quin t eras antes". En lugar de eso le grit solo una palabra.
Haca tiempo que ya no se llamaban por su nombre. Que no pronunciaban el nombre del otro como si quisieran bebrselo. Antes, pronunciar el nombre del otro era como lamer su sexo o morder su boca.. Pero ahora.
Ahora l apenas se enfadaba. Pareca como si Ella ni siquiera fuera capaz de causarle rabia. Todas las sensaciones haban sido amputadas. Fosilizadas.
El nico juego que practicaban en la cama era el escondite. Esconderse en el sueo. En la apariencia de sueo. En los ojos cerrados. En los prpados tensos. En las palabras entrecortadas y susurradas para aparentar que la conciencia se est yendo. Cuando ambos saban que iban a pasar horas antes de que pudieran dormirse. Desesperacin silenciosa de oir tu propio corazn, y la respiracin irregular del otro. Especialmente Ella. Ella se torturaba oyendo la respiracin de l. Sabiendo que no estaba dormido, pero sin coraje para hablarle. Para gritarle. Para zarandearle de los hombros. Morderle los pezones. Cualquier cosa que lo hiciera reaccionar, que lo sacara de su parodia de sueo.
En medio del grito el bolso se rompi. Las cuentas con las que estaba hecha el asa del bolso rodaron por el asfalto. Repicando. Toda la vida de ella se desparram por la acera: las tarjetas, la libreta de ahorro, el pasaje de vacaciones, las llaves, el pasaporte, el lpiz de labios, el espejo de mano. l se qued mirndola. Los ojos absortos. Petrificado, en el paso de cebra, en medio de los clxones, mientras oa el grito de ella: "Despierta!".
l tir de la correa de su bolso. Fuerte. Un tirn seco. Violento. En medio del paso de cebra. Ella abri la boca como para gritar. Pero de su boca no sali ningn sonido.
Haca ya tiempo que la presencia del otro empezaba a ser una carga. Cuando estaban juntos siempre estaban cansados. La cama, no, -peor- el sof frente a la televisin, pareca la nica actividad para la que tenan energa. Era obvio, pero los amigos no lo haban notado.. Cuando salan juntos siempre tenan ganas de irse a casa. Ya ninguno de ellos estaba dispuesto a ir al siguiente antro. A tomar la ltima copa.
Fueron construyendo una pirmide de silencios. Una crcel de palabras no dichas y gestos no hechos. Ya sin gritos. Con una fra amabilidad de extrao, vaca como mi sonrisa cuando trabaj de cajero en un Burguer King.
As que l tir ms fuerte del bolso para hacerla cruzar. Pero Ella se resisti. Atrincherada en la rabia reseca de tantos aos, Ella tir an ms fuerte. Y ahora s que pudo gritar. Pero no le grit "Hijoputa, cabrn, devulveme quin yo era antes, quin t eras antes". En lugar de eso le grit solo una palabra.
Haca tiempo que ya no se llamaban por su nombre. Que no pronunciaban el nombre del otro como si quisieran bebrselo. Antes, pronunciar el nombre del otro era como lamer su sexo o morder su boca.. Pero ahora.
Ahora l apenas se enfadaba. Pareca como si Ella ni siquiera fuera capaz de causarle rabia. Todas las sensaciones haban sido amputadas. Fosilizadas.
El nico juego que practicaban en la cama era el escondite. Esconderse en el sueo. En la apariencia de sueo. En los ojos cerrados. En los prpados tensos. En las palabras entrecortadas y susurradas para aparentar que la conciencia se est yendo. Cuando ambos saban que iban a pasar horas antes de que pudieran dormirse. Desesperacin silenciosa de oir tu propio corazn, y la respiracin irregular del otro. Especialmente Ella. Ella se torturaba oyendo la respiracin de l. Sabiendo que no estaba dormido, pero sin coraje para hablarle. Para gritarle. Para zarandearle de los hombros. Morderle los pezones. Cualquier cosa que lo hiciera reaccionar, que lo sacara de su parodia de sueo.
En medio del grito el bolso se rompi. Las cuentas con las que estaba hecha el asa del bolso rodaron por el asfalto. Repicando. Toda la vida de ella se desparram por la acera: las tarjetas, la libreta de ahorro, el pasaje de vacaciones, las llaves, el pasaporte, el lpiz de labios, el espejo de mano. l se qued mirndola. Los ojos absortos. Petrificado, en el paso de cebra, en medio de los clxones, mientras oa el grito de ella: "Despierta!".
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revelation:
A ver si posteas ms, q nos tienes abandonados
jellysuisse:
ya te digo, junio 2008... hasta le dio tiempo a un seor negro de llegar a la casa blanca... lo que habr llovido seor jazz